Alguna vez, el escritor y periodista Juan Gossaín dijo que Gabo no escribía realismo mágico, sino “realidades mágicas”. Ayer, en el expo-concierto Reflejos de Macondo, descubrimos los rostros de estas realidades: únicas, mágicas y, sobre todo, colmadas de belleza.
Por: Sara Mesa Pérez
En la íntima oscuridad observamos los rostros de Macondo, los escuchamos. Nos dejamos atravesar por las palabras, y Cien años de soledad se hizo música y retrato.
De repente, nos transportamos a la orilla de la ciénaga, a las casas de barro y cañabrava, al calor, la lluvia y el salitre. Recorrimos aquella casa grande que dio a luz a Arcadios y Aurelianos.
Recorrimos el pelotón de fusilamiento, el cuarto de alquimia de Melquíades y el viejo castaño que habría de ver morir a José Arcadio Buendía.
Oscar Perfer retrató a los habitantes de Macondo con la misma sensibilidad humana con la que, tiempo atrás, los escribió Gabo.
Descubrimos la soledad de los cien años, y nos redescubrimos en las melodías de Chopin, Bramhs, Debussy, Ravel, Bartok, Satie...
Por un instante, fuimos uno con Macondo.