El 25 de agosto, con Mozart en su tinta, abrazamos nuestro niño interior y nos dejamos asombrar por la magia de su inocencia. Con este concierto, aprendimos que las historias más bellas están ocultas en la curva de una sonrisa, o en el trazo de un pincel.
"Cuando un niño y una niña entra al Teatro reverdece el corazón en asombro..." (Dicciodiario, Niñez).
Reivindicar la sonrisa. Abrazar la alegría cotidiana. Reconocer su valor como camino para el aprendizaje y la conexión humana.
En una mañana llena de juego, con más de mil asistentes, Javier Covo nos demostró con acciones por qué el arte y el humor son poderosas herramientas para educar.
Allí, nos dejamos llevar por la dulzura de Isabella Molano, la gracia de Juan José Saldarriaga, la precisión de la Orquesta Sinfónica Eafit, la potencia del Ensamble Vocal de Medellín, y la habilidad y carisma del maestro Juan Felipe Molano.
Al final del día, nos quedó la sonrisa. Aquella en la que reside la magia de un momento compartido, la promesa de esperanza y la pureza de una conexión genuina... Aquella melodía silenciosa que revela la belleza de lo simple y lo verdadero.
Y aprendimos que en el Teatro -y en la vida- sonreír y jugar como niños siempre será un acto de amor y de resistencia.
"...Crecemos, sí, pero saber crecer es llevar con nosotros al niño, a la niña que fuimos alguna vez. No hay exilio posible cuando te reconoces en la mirada de un pequeño"